-decía,
y no apartaba la mirada del café.
Y no decían nada más. Compartían una película francesa, tal vez cine ruso, y una botella de algo dulce. Ella lo invitaba a café, con azúcar o con besos. Cuando él la llamaba salía a la calle vestida de verde porque ése es el color de la esperanza. Perdía la cabeza cuando él pronunciaba su nombre, porque sólo él sabía hacer que sonara protegido o feliz, por el simple hecho de estar entre sus labios. Iba renunciando a todas las vidas posibles por una sola. Y qué le vamos a hacer. Pasa lo mismo cuando los otoños deshojan sin piedad a todos los árboles.
Cuando le dijo que iba a irse, todas las palabras se agolparon en su garganta y no supieron ordenarse para salir. Clavó la mirada en sus pies y su cabeza empezó a componer una canción que no sabía muy bien de qué hablaba. El cielo estaba nublado, amenazaba tormenta, y sin embargo, la primera gota de agua del mes de septiembre cayó de sus ojos. A veces el miedo te da valor.
Siempre voy a quererte,
-dijo,
y se marchó sin dar un portazo.
Los rostros de aquellos a los que más amamos se desvanecen con el tiempo, las voces se borran, pero los olores nunca se olvidan."
Me alegra el día entrar y ver entradas nuevas...
ResponderEliminar"El cielo estaba nublado, amenazaba tormenta, y sin embargo, la primera gota de agua del mes de septiembre cayó de sus ojos. A veces el miedo te da valor." me ha encantado, sobre todo, esto, de verdad.
Pues no te acostumbres. Pero muchas gracias, a mí me alegra el día leer tus comentarios ♡.
EliminarEl miedo es tan clave como el amor.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo; gracias por pasarte.♡
EliminarQué preciosidad de texto. Se nota que se marcha sin rencor pero con tristeza. Me ha encantado, y me encanta como lo has narrado todo. Simplemente precioso. Te sigo porque realmente me ha encantado como escribes, nunca dejes de hacerlo. Te espero por mi blog.
ResponderEliminarUn beso,
Ana.
Un placer tenerte de nuevo por aquí, Ana. ¡Muchas gracias!♡
Eliminar