miércoles, 4 de septiembre de 2013

Bueno, ¿y vosotros? ¿Sois perfectos? 
No me digáis lo que me dicen todos, eso de que la perfección no existe.
Por favor,
¿pensáis que no, de verdad?
Yo conozco a la chica perfecta. Y no digo para mí, para alguien como yo. Hablo de la persona perfecta en todos y cada uno de los pliegues de su ser. Os juro que cualquiera que leyera la maldita definición de "perfección", pensaría en ella. Pero esa chica es, en muchos sentidos, mía.
Tiene el pelo rubio, largo y perfectamente liso, siempre en su sitio y ni una sola de sus puntas está abierta. Los ojos azules y me da igual que penséis que es muy típico, porque yo he mirado en ellos y ya no he vuelto a mirar los de nadie más. Pienso que eso no sucede muy a menudo, y ojalá lo comprendierais. La figura esbelta; era alta y delgada, pero no demasiado. La ropa perfectamente limpia, las uñas cuidadas, ni una sola impureza en su piel, ni una sola falta en su expediente.
Y lo mejor, es clavada a mí. Tenemos los mismos gustos, las mismas aficiones; ella nunca discutía con nadie, nunca se enfadaba, nunca se mostraba en desacuerdo porque en realidad nuestras opiniones eran paralelas, nunca hubo una palabra más alta que la otra. Me encantaba verla, aunque sólo pudiera hacerlo por las noches y algún que otro día faltara a nuestra cita, o no recordara apenas nada al día siguiente. Os aseguro que todo era lo más perfecto que os pudierais imaginar, pero
yo la engañé con otra persona.
Oh, sí, qué cabrón.
Pero, no sé. Por el contrario, ella era todo curvas, todo frenazos, acelerones, cuestas empinadas, saltos en paracaídas, aterrizajes de emergencia. Tenía siempre algún pelo descolocado, se le caía los tirantes de la camiseta o se le corría el maquillaje. No dudaba en andar descalza después de una noche sin parar de bailar, y cuando se enfadaba soltaba más tacos que un camionero. Lo mejor era que yo solía ser el causante de sus cabreos. Me encantaba hacerla rabiar, explotar e incluso discutir, por todo aquello de las reconciliaciones, porque cada vez nos acercábamos más el uno al otro. Me gustaba que no siempre estuviera guapa, que no siempre tuviera un tío que la mirara al pasar, que hiciera caras como una loca y que me ignorara de vez en cuando para darme una lección. Es una locura. Por ella dejé a la chica perfecta que tan solo habitaba en mis sueños, a la que sólo veía cuando cerraba los ojos y Morfeo venía a por mí, y jamás me arrepentiré de haberme entregado a los acelerones de mi vida con ella.
A veces pasa esto, ahora lo sé,
ella se pasaba la vida tapando sus imperfecciones, aquellas cosas que no le gustaban de ella. Pero llegó un payaso como yo; y la obligué a destaparlas, a quitar el tippex que las ocultaba, a descoserlas. A veces llega alguien que archiva tus manías y las convierte en tuyas; alguien a quien se la suda lo que se esconda detrás de ti, un soldado con armadura de hierro aprueba de las malas pasadas que puedas darle. Prepárate, chica, se acabaron los agujeros en los que enterraste tus supuestas imperfecciones, voy a quererte, y voy a hacerlo de verdad.

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