jueves, 18 de julio de 2013

Y a los dos nos gustaba el verbo "fracasar."

Estaba siempre en aquel bar de copas, en la barra, pasando de los babosos que no hacían más que invitarla a copas.
Pensé en preguntarle cómo hacía para llevar las gafas siempre en su sitio, sin que se deslizaran por su nariz. O el pelo tan rizado y colocado. O cómo hacía para beberse la copa sin que el hielo se deshiciera. Para llevar los cordones perfectamente atados. Y las pulseras como sin orden pero muy a su manera. Y con un movimiento se apartaba cualquier pelo molesto de la cara y yo no sé cómo no se daba cuenta de que su olor nos traía a todos como adolescentes.
Le pregunté su nombre,
y aún lo considero el mayor logro de mi vida,
y entonces, me miró y se rió,
(no, no me lo llegó a decir),
pero desde entonces, no he podido volver a entrar en ese puto bar sin oir su risa, una y otra vez.
Pensé que no había sido más que otro de todos esos babosos, pidiéndole sin palabras, como un pipiolo, que me quisiera.


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