Invierno en pleno enero por tu piel.

Dijo que nunca se iría. Que nuestro restaurante favorito seguiría teniendo la mesa 17 preparada para nosotros. Que ella seguiría haciendo lo que le diera la gana, pero contando conmigo.
Días de mierda eran todos, sin oír su voz.
Las noches más largas eran las que acababan sin su olor en mis sábanas.
Insomnio era no poder contar sus lunares.
Silencio era cualquier habitación sin su risa.
A veces se sonrojaba y a mí me temblaban las rodillas somo si fuera un pipiolo, y os aseguro que cuando pasaba por la calle no podía por menos que mirarla cruzar, esperando a que se girara y... ¿Preguntais por estos agujeros de bala que tengo en el pecho? Uno por cada una de las sonrisas que ella me disparó. Esas que esbozaba sin venir a cuento. Nunca he visto unas sonrisas sin venir a cuento más bonitas que las suyas.
No os podeis imaginar lo rara que era. Ella bailaba break con la música clásica, se ponía calcetines blancos distintos, le decía cosas bonitas a nuestro pez, dejaba notas sueltas por toda la casa.
Estaba loca, pero,
más loco estaba yo,
loco por ella.

Se fue con la primera helada.

Ayer salí por ahí, ya sabes, con los de siempre. No lo hacía desde antes de aquel puto día doce. Tú me entiendes, estoy seguro. Tú siempre me entendías, sólo con una mirada. Solías apretarme la mano, y también te gustaba interrumpirme y terminar tú la frase.

(Putos verbos en pasado)

Pude haberme ido con cualquier tía.

Pero es que yo no quiero estar con nadie, amor, sólo contigo.

(Aunque no vayas a volver, o aunque nunca hayas estado del todo)