martes, 21 de mayo de 2013

Me pregunto si de verdad merezco tanto.

Musa, ¿sabes? Hoy me he pasado el día entero releyéndote, los dos blogs, sacando pequeñas pinceladas de ello, reescribiéndolas en mi twitter, y, me he sentido grande, enorme, porque así me haces sentir tú, sin apenas quererlo, sin proponértelo, y aún así lo consigues. Llevo unas semanas mal, he perdido la ilusión por todo, quizá también al amor de mi vida, he perdido la imaginación, las ganas de escribir, y gracias a ti, estoy volviendo a recuperarla. Esto es lo más largo que he escrito desde hace días, creéme, muchos días, y quería dedicártelo a ti, porque de algún modo, no me preguntes por qué, tú eres esa chica que desde un 14 de septiembre se metió en mi vida sin pedir permiso, entrando por esa puerta, sentándote en esa silla que incluso lleva tu olor, tiene la postura necesaria para que tú estés cómoda y yo pueda contemplarte desde mi sitio, esperando que tu mirada juegue con la mía, burlándonos de todo cuanto haya a nuestro alrededor, rompiéndome la cabeza para saber qué pasa por la tuya, eres esa chica que todo tio querría para ahogar bajo sus sábanas y, a mayor medida desmedirse a besos hasta quedarse dormido. Musa, te habrás preguntado por qué he empezado así este breve texto, sólo te digo que todo tiene su por qué, bueno, casi todo, siempre queda ese lado inexplicable de la vida, prácticamente imposible de explicar, y digo prácticamente porque los imposibles también existen... Bueno, que me lío, solo quería darte las gracias. Gracias por saber como hacer que me olvide de todo cuanto me preocupa y cuanto me rodea, gracias por hacer que haya recuperado la ilusión en escribir, en amar, en imaginar, gracias por seguir regalándome todos esos textos tan preciosos que escribes, que tanto me hacen pensar una y otra vez "¿pero de verdad esta chica escribe tan jodidamente bien?". Gracias por todo esto y por todo lo que me he guardado, que es mucho, y por eso, por haber echo que recupere la ilusión de las palabras, por haber vuelto a revivir ese océano que invadía mi mente con tantos textos, por ser la que me inspira de nuevo, por ser mi musa. ¿Ahora ya entiendes, verdad? Ahora ya sabes por qué he empezado esto con 'musa' y no con cualquier otra palabra sin sentido, por eso te digo que todo tiene una explicación, recuérdalo.
Gracias, Tay, eres gigante.
Ahora me toca a mí.
Digo que me toca a mí porque tienes esa manía de replicarme, de no querer mirar, darte cuenta de lo genial que eres. Ya te conoces esto, no es la primera vez que encuentras algo tuyo (algo para ti), por aquí. Solo quiero que todo el mundo lo vea. Aunque no te conozca, aunque puede que yo no te conozca del todo, quiero que vean en ti al chaval que se cuela por aquí y siempre encuentra palabras que dedicarme, con las que me hace sentir tan llena y tan segura, tan arropada, que siempre encuentra la manera de hacerme sonreír y darme un motivo para seguir adelante. Tú hablas del lado inexplicable de la vida, y yo...
yo,
quiero decirte que el lado inexplicable de la vida, para mí eres tú y todas esas personas que aparecen surgidos de la nada, con una carta de palabras bonitas debajo del brazo y la habilidad de hacerte sentir la persona más brillante del universo entero. Esas personas de las que hablaste sin llegar a conocer, a las que miraste de reojo pensando que nunca te tratarías con ellas. Esas personas que te puedes cruzar ochenta mil millones de veces, que puedes mirar a los ojos o simplemente a la cara y nunca la terminas de ver, no la miras atentamente, y si lo hicieras, descubrirías lo que es conectar con alguien. Eres el lado inexplicable de la vida.
Que me expliquen, sino, cómo un chico así puede dedicar esas palabras a alguien como yo.
Sé que quieres irte a la cama, que estás esperando a leer esto para irte... Vuelvo a darte las gracias. Repito que no sé qué clase de magia te puso en este puto camino, pero, joder, habría que darle las gracias. Me gustaría con esto haberte dado la sorpresa más grande del mundo y que tanto te mereces, pero sé que no es así. Me conformo con que, por una vez, admitas que eres genial. Primera vez, no última. Yo me encargo de fabricar más momentos, más conversaciones y, si es posible, más sonrisas.
Tú solo, dime que no vas a cambiar.
Que vales millones, que eres de lo mejor que hay, pequeño Swan.

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