miércoles, 15 de mayo de 2013

Bajo cada tachón siempre estuvo tu nombre.

Se me hacía raro volver.
Acertar con el botón de la luz, sin rozar el timbre. Meter la llave en la cerradura a la primera. No tropezar con ese primer escalón de la entrada. No cerrar la puerta de un portazo sin querer.
Me preguntó qué fue de nosotros.
Qué fue de tu mano rozando la mía para evitar que tocara el timbre del vecino. De tú pequeño resoplido por encima de una sonrisa cuando yo tardaba en acertar con la llave. De las risas que seguían a ese tropezón. Del portazo anterior a los besos apoyados contra la puerta.
Nosotros teníamos la historia más bonita del mundo.
Pero ahora ya sólo somos eso... Historia.
Encontré sus camisetas viejas, sus zapatillas de andar por casa, su viejo libro de poesías, su (nuestra) taza de café. Su número de teléfono escrito en un post-it.
Y lo llamé.
¿Sí?, respondiste.
No fui capaz de decir nada. Se me juntaron los siete meses sin verte, el botón de la luz, el escalón de la entrada, los besos, las sonrisas, el polvo del suelo.
Y nuestros recuerdos echos polvo.
¿Quién es?, insististe.
Resoplaste en mi oreja tres segundos antes de colgarme. Y entonces se me ocurrió pensar que tal vez nos quisimos demasiado, que a veces no está permitido quererse tanto. A veces, el mundo no puede permitir que dos personas se quieran hasta el punto de que les importe una mierda que estalle, porque si tan solo otras dos personas se hubieran querido como nosotros, el mundo no habría podido recuperarse.
Dijiste que el amor podía con todo.
Y pudo con nosotros.
(Duele más tu ausencia que las balas del infierno)

2 comentarios:

  1. Ay dios mío, adoro esto. Muchísimo. Demasiado. Ag, en serio, qué buena eres.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, que mona eres. Muchísimo. Demasiado.
      Muchas graaaaaaacias <3
      PD: ¿Buena? Tú :')

      Eliminar