lunes, 26 de noviembre de 2012

Solía decir que era fuerte.

No te vayas sin decirme a donde vas. Dime que apuntarás una dirección y la sujetarás en la nevera con aquel imán que nos gustaba tanto; dime que antes de marchar, dejarás escrito un número de teléfono en la primera página de mi libro favorito, para que así, pueda llamarte y aunque responda un contestador, te juro que me sentiría segura con tu voz, una vez más. Dime que no te irás nunca; que te quedarás compartiendo madrugadas y días enteros en la cama. Que serás tú el que me haga reir en cada segundo de mi revoltosa vida, el que me de ánimo y fuerza cuando sea necesario y el que me calme cuando estoy que me subo por las paredes. Y si un día tienes que irte, déjame que te siga. Déjame que te acompañe, vayas a donde vayas. Arrópame una vez más en uno de tus abrazos, hazme reír con una de tus tonterías, prométeme mil cosas distintas y deja que te de tiempo para cumplirlas. Deja de cada día sea una aventura nueva de mi mano. Que cada riesgo sea menos peligroso. Que no haya oscuridad ni siquiera cuando cierres los ojos porque yo estaré ahí para besarte los párpados. Que cada día lluvioso sea la oportunidad perfecta para descubrir nuevos estrenos en la cartelera. Que haya tiempo para contarnos los lunares y aprendernos de memoria cada gesto. Yo seré la que te de espacio cuando estés enfadado y tú el que me abrace en mis días de bajón. Tal vez se nos escape un te quiero en forma de suspiro, tal vez solo nos baste con mirarnos. Prometo que cada noche bajaré una estrella y la haré nuestra. Y tú, tú solo dime que no te irás sin decirme a donde vas.
 Te echo de menos. Como siempre, como nunca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario