lunes, 8 de octubre de 2012

El mundo se cae, o tal vez, soy yo la que está cayendo.

Y que no puedo más, no puedo más. Que miro a mi alrededor y nada me llena, nada en absoluto. Y de las horas del día, ¿cuantas paso riendo, o simplemente sonriendo? A veces tengo la sensación de que ni siquiera puede medirse en horas, sino en minutos. En segundos. Y me ahogo yo sola. De echo, solo quiero ahogarme. Me siento encerrada, sin encontrar una puta salida. Quiero cerrar los ojos, pero es que ni siquiera sé a dónde ir, ni con quién. Es como un nudo en la garganta, uno de esos que solo hacen que mires al suelo, porque en estos días, tengo tan bajo concepto de mí misma que ni siquiera puedo levantar la mirada. No tengo nada. Nada en absoluto. Y la miro y lo único que veo es que ella lo tiene todo, y sólo lo mucho que la envidio hace que me sienta faltal, que me odie a mí misma. Más aún. Ojalá pudiera pasarme en día en la cama, de verdad que sí. Que no me apetece otra cosa, que ya no hay nada que me ilusione, ni nada que me llene. Y de repente, sale cualquier persona. Hola, ¿como estás? ¿Para qué voy a contestar? Nadie se ha dado cuenta siquiera. Y no, no es que esté mal. Es que no estoy bien, y no consigo estarlo. No soy feliz, no puedo. Es que no puedo.


Y joder, llevo demasiado dentro. Esto me viene demasiado grande. Y no puedo explotar, no puedo llorar, no puedo hacer nada. Ni gritar, ni si quiera dañarme a mí misma. ¿De qué serviría? Seguiría llevando la misma mierda dentro. Seguiría siendo yo. La payasa de siempre, la que finge sonrisas por no admitir que lleva días echa una mierda sin saber por qué. La chica de la última fila. La que no tiene nada de especial, la que no da nada, ni siquiera motivos para que alguien la quiera.

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