domingo, 6 de mayo de 2012

El peor día de mi vida.

No lo entiendo. Llevábas semanas preguntándomelo, y hoy, respondí. Lo hice porque llevaba mucho tiempo diciéndome a mí misma que no dejaría pasar otra oportunidad, y no lo hice, no dejé que pasara la tercera oportunidad. Me dolió tu respuesta, no te imaginas cuánto.
No creo que logre olvidarlo. Tanto tiempo y al final, puede que tan solo cometiera un error. Pensé haber interpretado los gestos, las palabras y los actos bien, pero ahora resulta que no. Es duro. Porque lo que menos me esperaba era chocar con esa pared tuya de indiferencia. Lo que menos me esperaba eran las ganas de llorar, la sensación de estar atrapada en un lugar pequeño en el que apenas puedes respirar, o estar sumergida en un lugar tan profundo que ni tan siquiera eres capaz de ver la luz de la superficie. No hay luz. No hay salida. Estoy atrapada. Y no puedo dejar de pensar en que es lógico; me encapriché, me gustaste. Me gustas, puede que demasiado. Pero no soy nada, nada, absolutamente nada, en comparación a tu perfección. Solo se me ocurre decir que quizá, no deberías haber echo todas esas cosas. Todas las sonrisas, cada carcajada, cada broma, cada palabra, deberías habértelas ahorrado, y quizá así, podría haber evitado empezar a soñar con algo claramente imposible. Porque tu representas todo, y yo soy poco más que nada. Al menos, para ti.
¿Y sabes qué es lo peor? Que me acostumbré, me acostumbré a ti. Y ahora ya no puedo dejar de pensar en tu sonrisa.

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