viernes, 25 de julio de 2014

Juega con mis dedos, con los mechones de mi pelo, con las palabras. Me guiña el ojo, me enseña lugares y lunares en los que nunca había estado, pero volvería. Me sonríe así, muy de espontáneo, como por error. Y a veces finjo que olvidé el camino a casa para que me acompañe, y me acompaña mejor que nadie.
Y he aprendido que tiene el reloj cinco minutos adelantado, sé que sus besos duran doce apresurados latidos (míos), sé que no se queda a dormir, y en mi cama hay un fantasma que me abraza como él. Sé que me duele su risa pero más me duele cuando no se ríe. Y que sus masajes hacen cosquillas. Sé que le gustan las canciones que cuentan historias pero no cree en las historias bonitas. Que tiene arañazos en la espalda que no le he hecho yo, y conozco el pitido de su móvil cuando le llegan mensajes que no son los míos, y el carmín de su camisa blanca, pese a que yo nunca llevo.

Resumiendo.

Me rompiste el corazón sin golpes,
y me besaste sin sentir nada,
y ahora siento mucho no poder volverte a besar.
Recuerdo que no eres de los que extraña.
Y supongo que tienes suerte.
Yo tampoco soy de las que vuelve.

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