domingo, 15 de junio de 2014

Tenía ojos como de luna y piel como de miel. Fuerza como de roca y risa como de mar.
Y todo ello se le escapó de entre los dedos al decir: «no me olvides.»
Como si fuera algo que se pudiera evitar.
Porque unos ojos sustituyen a otros, unas pieles se dejan acariciar mejor que otras, y siempre habrá alguien mejor que tú. ¿Cómo pedirle a alguien que te recuerde? ¿Cómo hacerlo, rodeado de risas mejores, de bocas mejores, de palabras más bonitas, de abrazos más sinceros?
Siendo así, ¿cómo puedo pedirte que te quedes conmigo?
Sé que al quererme me hiciste la guerra, que de vez en cuando te adueñas de mis sueños y pululeas a tus anchas y me exploras cuando quieres. No te pediré que te quedes, no pediré que estés al girarme entre un millón de gente, que seas mi insomnio, que mates mis monstruos; pero quédate en mis sueños. Protégeme de ellos.
Dicen que del amor nadie puede salvarse; quizá sí. Pero,
ni siquiera se salva el que quiere, sino el que puede.
Sálvese quien pueda.
Quiéreme mientras quieras.

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