domingo, 1 de junio de 2014

Siempre tuve la oportunidad de mirarlo, de lejos, aunque la verdad es que nunca lo hice.
Sin embargo,
sé que los lunes pasa a toda prisa, y el pelo aún le huele a los sueños que ha tenido esa noche.
Sé que tiene un lunar en el cuello que parece gritar «bésame, bésame.»
Sé que la camiseta de los jueves siempre es de algún tono de azul, sé que no sabe que es mi color favorito, sé que combina perfectamente con su sonrisa.
Sé que cuando está pensativo mueve los labios, sé que cuando él mira el sol entra por la ventana.
Sé que tiene las manos suaves,
como de pianista,
de esos que no tocan las teclas,
las acarician
de manera que éstas se sienten afortunadas.
Sé que si mi corazón latiera al compás de sus labios, no bombearían sangre, sino caramelo.
Sé que siempre se sienta en el mismo asiento, en la misma cafetería.
Sé que siempre lo veo de lejos.
Pero... Realmente, nunca lo miro.
¿Verdad?
Sé que es fácil quererle,
porque
el corazón me lo pide a gritos.

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