miércoles, 10 de julio de 2013

Pierde el que quiere más.

No sé como se llama esa canción,
pero,
siempre que la veía, estaba sonando.
Quiero decir, que la habré visto tres o cuatro veces como mucho, todas en esa discoteca, hacia las tres de la mañana. Cuando se producía un descanso y la música era más relajada, aparecía ella, siempre con esa canción. Destacaba de entre sus amigas como una puta rosa roja en medio de una nevada. Todas vestían de negro, sin embargo, ella llevaba ropa vistosa y clara, como la dichosa representación de la primavera. Se separaba del grupo al entrar e iba hacia el camarero, y allí se quedaba, tarareando la canción y moviendo la cabeza al compás aunque las copas ya estaban sobre la barra. Eso me daba unos tres minutos para acercarme y soltarle una gilipollez, como que me encantaba la primavera
(Estaba seguro de que ella me miraría a los ojos y se reiría... No por educación,
ella era diferente. Se reiría de verdad)
Igual no eran tres minutos, igual eran cuatro... No lo sé.
Nunca llegué a saber qué canción era, asi que no sé ni la jodida duración.
Tampoco llegué a saber su nombre. El nombre de ella,
de la puta primavera. De la rosa en mitad de una ventisca.


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