La imposibilidad tan obvia de quererte.

Nunca dejé que se acercara demasiado.
Su sonrisa era preciosa de lejos, aunque estaba loca por el jodido lunar que tenía en la comisura del labio, el que desaparecía cuando hablaba con mucho entusiasmo o se reía como un jodido loco.
Y me encantaban los tatuajes de su jodido brazo, y pasar el dedo por sus jodidas venas.
Y su jodido pelo, siempre encrespado por la zona de su nuca.
Y por su jodida culpa no puedo dejar de añadirle un "jodido" a cada frase.
Todo, todo, todo, todo lo que soy es culpa suya.

(Todo lo feliz que soy, lo feliz que fui. Su jodida culpa)

Es por eso que siempre me despertaba antes que él y lo miraba dormir, pero me piraba en cuanto abría los ojos. Nunca le pedí que me abrazara en las peliculas de miedo, aunque estuviera totalmente acojonada. Tampoco le pedí que me prestara su chaqueta cuando tenía frío, o que me diera la mano sin venir a cuento. Su maldita cercanía me ponía la piel de gallina. Me descontrolaba, me hacía perder la cabeza, y eso me daba miedo. Me llamaba la chica de la línea, os juro que lo hacía de verdad. Supongo que lo soy de verdad. Siempre me quedo en el borde, a punto, a un centímetro, siempre me aparto en el último momento, siempre me da miedo, siempre me arrepiento, nunca me tiro ni intento sentir la jodida sensación de estar cayendo cuando en realidad tan sólo sientes... Que estás pillada.

Y entonces,

aquel día,

cuando me desperté y quise mirarte mientras dormías,

resultó que tú ya me estabas mirando,

vi tu lunar de cerca,

antes de que sonrieras como un loco, y

caí.

Me enamoré en ese jodido momento.

Querida chica de la línea:

Sigues durmiendo. Eres una jodida dormilona, que lo sepas.

He estado pensando mucho. ¿Recuerdas lo de anoche?

Dijiste que nunca nadie se había enamorado de ti,

y en ese momento,

me enamoré yo.

¿Puedo decírtelo ya?

Bueno, lo escribo en pequeñito.

(Mi) chica de la línea, te quiero.