jueves, 13 de junio de 2013

Las cosas buenas no deberían cambiar nunca.

Me encantaba.
Y me encantaba cuando se le metía el pelo en la cara, se lo colocaba detrás de la oreja, y seguía hablando. Cuando parpadeaba de aquella manera tan notable. Cuando tosía, pero sobretodo cuando estornudaba con esa naricilla suya. Y cuando se manchaba el labio con la nata de café, intentaba limpiarse con la lengua y no lo conseguía, pero se sonrojaba como si hubiera sido demasiado atrevida o demasiado sexy. A veces soltaba una de sus bobadas y cuando yo me quedaba mirándola, zanjaba el asunto diciendo "¡Déjame, estoy loca!" Solía cantar las canciones absurdas de los anuncios más absurdos que había; hasta que a veces regresaba a casa tarareando la canción. Es la única persona capaz de hablar solamente con emoticonos que he conocido. Ya sé que es una idiotez, pero os juro que me sé millones de detalles que podrían parecer una gilipollez... Pero para mí son importantes, porque es ella.
Dejadme, estoy loco.
Por ella.
Aquella tarde la llevé a un parque donde había un tiovivo. No sé muy bien por qué lo hice, apenas había quedado dos veces con ella. Apareció con un moño despeinado, una chaqueta vaquera y su sonrisa, su adorable sonrisa... El caso es que cuando la vi, cuando la vi y ella sonrió más aún, no sé, todo el mundo empezó a girar y ya no supe dónde estaba el tiovivo y dónde estábamos nosotros, si estábamos en medio de un huracán o simplemente eramos ella y yo en un parque cualquiera. Y cuando la besé... Cuando la besé me di cuenta de que todos los detalles idiotas sólo me habían servido para enamorarme de ella, desde la primera vez que me miró y me dijo su nombre. Pensé que a veces, el mundo deja de ser una mierda. Y luego me di cuenta de que si había dejado de serlo, era porque estaba con ella en un parque con un tiovivo y ya no me importaba lo que pasara ahí fuera, lo que el resto fuera o dejara de ser. No sé. Dejadme, estoy loco.

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