martes, 2 de abril de 2013

Ya comí mucho techo, ahora toca comerme el cielo.

Podría escribirte cientos de cartas, o tan solo una. Que sea eterna, o que solo sea una palabra garabateada con mi mala letra y tal vez (sólo tal vez) emborronada con mis lágrimas. Resumirte todo lo que podría contarte con un beso. Que yo de ti nunca tengo suficiente. Que me pasaría la vida enganchada a tu dedo meñique, dibujando historias de amor en tu espalda, esperándote bajo la lluvia. Porque hay destinos que se pueden evitar, hay escalones que puedes saltar. Pero yo me pasaría la vida tropezando contigo. Que no hay frenos que valgan si tú estás cerca, ni nada que pueda evitar un torbellino en mi cabeza y un huracán en mi pecho, pero, ¿quien necesita frenarse si vas andando con las manos en los bolsillos y tu gesto despistado a veinte metros en la misma calle? Que yo no soy nada, ya lo sabes. Pero sin ti, soy más nada aún. Que juntos podríamos brillar como no brilla el resto.
No sé.
Tal vez no tenga materia para escribirte una carta. Tal vez solo sería capaz de escribirte... que me sobran palabras para hablarte del amor, porque ahora sé que es sinónimo de tu nombre.


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