sábado, 22 de diciembre de 2012

'Se fue la huella que dejabas con tus dedos.'

Es como cuando apoyas la mano en el cristal y sabes que afuera hace un frío que pela, pero curiosamente, tú sientes que tienes más frío estando dentro. Pones el árbol y no puedes evitar pensar si algún día tendreis un árbol en común. Si un día tendrás que pensar qué regalarle, qué mantel poner en vuestra mesa, qué vestido ponerte para pasar la última noche del año con él. O qué deseo pedirle al nuevo año que está por venir. Bueno, quizá no. Quizá cuando ese día llegue, no necesites pensar otro deseo.
Papá Noel, yo hoy no quiero que me ayude a poner el árbol, no quiero cenar con él en Nochebuena ni tampoco el día 31. Quiero que esté. No en la misma ciudad, ni en la misma calle. . . Tan solo que pueda llamarlo de vez en cuando sin que resulte raro que solo quiera escuchar su voz. Que pueda llamarlo idiota cuando me desespere y admitir todas las noches que todo tiene sentido desde que él está aquí. No sé cuanto tiempo. Quien sabe si la siguiente navidad estaré de nuevo escribiendo sobre él con la música a tope. Tal vez esto se cierre como la peor historia del mundo. Quizá esto sea del tipo de cosas que tienen que ser así, que se acaban solucionando, puede que un día no llegue a saber qué habría sido de mí sin ti y me sienta bien por haber seguido aquí. Hoy miro las luces de mi árbol y pienso que ojalá pudieras verlo. Ojalá pudiera mostrarte las cosas más insignificantes de mi vida, ojalá pueda decirte lo que jamás le dije a nadie, ojalá, ojalá, ojalá. Ojalá estuvieras aquí.

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