jueves, 13 de diciembre de 2012

"Déjame vivirte."

Después continúa en silencio un minuto más, hasta que no aguanta más y se para, se vuelve hacia mí, me agarra del brazo, obligándome a parar, me dice que tengo que ir a París con él, que tocaríamos en el metro, ganaríamos un montón de dinero, comeríamos solo cruasanes de chocolate, beberíamos vino tinto y pasaríamos toda la noche despiertos, porque nadie duerme nunca en París.
Todo el tiempo oigo como le late el corazón y pienso "¿Por qué no?" Podría alejarme de esta triste vida como quien se deshace de un viejo vestido roto y marcharme a París con él; nos subiríamos a un avión, cruzaríamos el océano y aterrizaríamos en Francia. Incluso podríamos hacerlo hoy mismo. Tengo dinero ahorrado. Tengo una boina. Sé decir "Je t'aime" Me encanta el café y el chocolate. Podríamos hacerlo, y esa posibilidad me hace sentir tan mareada que creo que voy a salir catapultada por los aires. Se lo digo. Me agarra de la mano y levanta el otro brazo en plan Superman.
-Lo ves, tenía razón- dice, con una sonrisa capaz de iluminar todo el estado de California.
-Dios, eres estupendo- suelto, y quiero morirme porque no me puedo creer que lo haya dicho en voz alta, y él tampoco.
Ahora muestra una sonrisa tan inmensa que ni siquiera deja pasar ninguna palabra.
Se para otra vez. Creo que va a seguir otro rato con lo de París, pero no es así. Levanto la vista hacia él. Tiene la cara seria, lo cual es raro en él, siempre sosteniendo esa sonrisa tan luminosa como mágica.
-Lennie- susurra.
Yo miro al fondo de sus ojos, donde no existe el pesar, y de golpe se abre una puerta en mi corazón.
Cuando nos besamos, veo que al otro lado de esa puerta está el cielo.


1 comentario:

  1. hermosa entrada ,,,,, cuando no piensas en anda solo entar con el a toda hora.


    saludos..

    ResponderEliminar