jueves, 15 de enero de 2015

Tengo adheridos a mi espalda todos los besos que me dio. Tengo enredado entre mis cabellos el aliento de su pesado sueño. Tengo las manos cansadas de no enredarse con las suyas. Guardé entre mis costillas el aire que se escapa de sus pulmones. Bajo mi nariz, sigue el olor de su bufanda. En mis dedos está la responsabilidad de escribirle. y tras mis labios la de que no se entere nunca. Y cargo a lo largo de mi columna vertebral el peso de quererle. Y qué peso. Nunca quise coser mis talones a una sombra; unos labios a mi cuello. Nunca quise esconderme tras una espalda, ni volverme así de valiente cuando el mundo diga basta. Basta de hacer rotar los ejes de la tierra. Basta de hacer que se pare el tiempo. De hacer depender las mareas del rumbo de unos dedos en una espalda, y los huracanes del romper de una risa. Basta de guerras en el campo de batalla de unas sábanas. Basta porque estás haciendo que me vuelva loca,
y qué bien sienta perder la cordura a veces. Qué bien sienta que empieces donde yo acabo.
Me dicen que basta de ti, y de mí.
A mí, que sigo sin tener ni idea de qué es el amor,
aunque a ti te conozca ya de memoria.

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