miércoles, 19 de junio de 2013

Ya no damos trabajo a ese idiota de cupido.

Anoche estuve a punto de llamarte.
Porque recordé tu aliento en mi cara, cuando suspirabas en mitad de un sueño. Cómo nos las arreglábamos para estar cada vez más locos, siendo tan cuerdos. Cuando tu barbilla siempre arañaba mi cara, pero a mí no me importaba. Cuando te negabas a leer las segundas partes de cualquier libro, o a ver la continuación de las películas. Contigo todo eran aterrizajes de emergencia, locura en cada taza de café, sin buscar escusas para no dormir. Caminar a tu lado era como tener París en los bolsillos. Las cosas bonitas se decían a gritos, en la terraza, o en una nota bajo la puerta. Cuando yo decía que no tenía ganas de no hacer nada, tú me mirabas y decías "hagamos nada juntos", y acabábamos conquistando sonrisas y alguna que otra estrella. Me encantaba la forma en la que mi mejilla siempre rozaba tu hombro cuando me abrazabas, y cuando me apretabas con más fuerza como si te doliera que el aire se metiera entre nosotros dos. Nunca había planes, sólo los improvisados, y en nuestras miradas sólo cabían las ganas de quererse.
Pero cuando tenía el número marcado y el dedo en el botón de llamar, recordé que debía odiarte.
Recordé que es mejor así. Pero te odié porque mi vida ya no era un medidor de locura, porque mi cara ya no está arañada y no he parado de ver las segundas partes de todas las películas que vi contigo. No he vuelto a pisar por París y ya no hay notas en la nevera.
Y cuando me fui a la cama y me hice un ovillo, volví a quererte.

Y me sentí peor de lo que me había sentido en aquellos meses, y cuando agarré el teléfono de nuevo, para decirte algo...
recordé tu odio a las segundas partes.


2 comentarios:

  1. esto es lo mejor que lei en mi vida.
    Gracias por todo.

    Jonatan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por nada, estoy encantada de escribir y de que te guste tanto... Gracias a ti. De verdad <3

      Eliminar