domingo, 12 de agosto de 2012

«Comernos la vida, bebernos el miedo»,

Bebernos las dudas. Bebernos el miedo; el miedo a fallar, el miedo a caer y no ser capaz de levantarte, miedo a confiar. Miedo al qué dirán. Vive.
"Es un imbécil rematado. Debe de ser un chulito. Dicen que no es de mucho fiar"
¿Veis? Desde luego, esa no es la descripción adecuada, no es la descripción que un chico perfecto debería tener. Y sin embargo, es la descripción de mi chico, mi chico perfecto, así de claro. ¿Sabes? Me gustaría saber por qué me lo dijiste así, de esa manera. Tal vez pensabas que no iba a importarme. O quizá se trate de que, simplemente, te daba igual que pudiera hacerme daño. Pero, sí. Acertaste, con ambas dos. Me hizo, mi hizo muchisimo daño durante esa media hora de la madrugada del 10 de agosto. No pude dormir, empapé la almohada, tenía ganas de romper algo, de romperme a mi misma. ¿Y? Todo eso ya pasó. Porque he decidido que me importa más mi opinión sobre ti que la de cualquiera, incluida tú, por supuesto. Puedes leer la quinta palabra de la tercera línea, empezando por el final. Sí. Ahí lo tienes: PERFECTO. Y aunque quisiera volver atrás, aunque dejara que tus palabras me hicieran más daño, no serviría de nada. Me he quedado total y absolutamente anclada en un punto, un único punto del que no puedo salir, del que no puedo moverme. Ese punto, se llama amor. Sigues siendo tú el que me ilusiona, me hace feliz, hace que las cosas parezcan fáciles. El que me hace suspirar. Deseperarme con tus bobadas. Reír. Sonrojarme. Sería capaz de regalarte un mundo entero de aventuras. Vivirlas a tu lado. Quererte como el primer día, memorizar todos tus gestos, tus tonos de voz, tus sonrisas. Perderme por ti, perderme a tu lado. Perdernos juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario